El territorio del lince, 14 de diciembre de 2017.
Ayer se reunió la Organización de la Cooperación Islámica, de urgencia, para abordar la decisión de EEUU de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel y trasladar su embajada allí. El reconocimiento está hecho, el traslado no será hasta dentro de unos cuantos años (unos tres o cuatro a lo máximo) para no sublevar más aún a una calle árabe que sí, que está indignada pero de puertas para adentro. Hace tiempo que los árabes consideran a Palestina un lastre y quieren deshacerse cuanto antes de ella. Sólo los musulmanes no árabes siguen teniendo un apego a Palestina, pero los musulmanes no árabes están muy lejos geográficamente.
El documento que aprobó la OCI es bueno, es casi lo que quería Turquía -que pasa así a ser oficialmente al abanderado de la causa palestina- y obliga, en teoría, a los 57 países firmantes. En él se reconoce a Jerusalén Este como capital del Estado de Palestina y apela a «otras naciones», es decir, no islámicas, a respetar el derecho internacional. Es decir, se ha hecho un llamamiento implícito para que quienes se dicen amigos del pueblo palestino asuman el documento, especialmente ciertos países de África y América Latina sin excluir a Asia. Esto, en sí, es ya un freno a que los vasallos de EEUU en todo el mundo muevan silenciosamente sus embajadas hacia Jerusalén una vez lo haga EEUU.