Venezuela firme ante mil fuegos (I)
El Imperio de todos los horrores
Cada habitante fue un soldado; cada aldea una fortaleza, cada célula del Partido y cada comité administrativo de comuna, un estado mayor.
Vo Nguyen Giap.
Guerra del pueblo, Ejército del pueblo.
Antonio Maira (*), 12 de abril de 2018.
La revolución bolivariana después de resistir largo tiempo ha dado un salto estratégico: social, popular, político y económico considerable. Es la dinámica revolucionaria que ha respaldado el pueblo apoyando a los presidentes Chaves y Maduro; es también la respuesta patriótica consciente ante las feroces injerencias y amenazas de intervención armada del imperio y sus secuaces en América Latina[1] y en Europa[2]. Lo ha hecho, además, con absoluta coherencia en todos los campos que he señalado al comienzo de este párrafo. Es la réplica a las injerencias que cubren todos los escenarios posibles y todas las guerras: económica, política, diplomática, militar de baja intensidad, guarimbera financiada desde fuera y desde dentro por la oligarquía dependiente y petrolera, la guerra con intervención armada realizada por ejércitos interpuestos como el de Colombia, la guerra total dirigida por los EEUU desde sus sistemas de bases en el continente incluida la IV Flota, la guerra total imperial que desbordaría la hecatombe anterior con la incorporación de ese ejército flexible que es la OTAN capaz de romper todos los acuerdos y limitaciones internacionales, incluidos los de la ONU y su Consejo de Seguridad y los acuerdos regionales; y que mantiene frentes flexibles y contingentes variables. No tenemos más que recordar las intervenciones en Yugoslavia, Irak, Ucrania, Libia, Afganistán, Siria, el Yemen, el Sahel o tantas otras.
No es poca la respuesta revolucionaria y patriótica a todas las amenazas que hasta el momento está sufriendo Venezuela lo que está incentivando la escalada. La cólera imperial se ve incrementada por el hecho cierto de que constituye un ejemplo pernicioso e imitable, lo que es ya demasiado[3] para los amos colonialistas del mundo dirigidos desde Washington[4].
Ese ejemplo puede extenderse como la pólvora por todos los rincones y restablecer por vía popular y armada el eje de resistencia estratégica en América Latina, creado por Hugo Chaves y potenciado por Maduro. Resistir es inexorablemente mantener las conquistas y avanzar hacia el socialismo. Lo sabía el Presidente Hugo Chaves y lo sabe el Presidente Maduro[5]. Lo aprendieron de Fidel y de la revolución cubana -y más allá de esta experiencia próxima–, de las propias luchas de los pueblos y de los grandes liderazgos continentales.
De Bolívar a Martí
Revisando esos liderazgos, Fidel y Chaves, encontraron a Martí y más atrás a Bolívar que denunciaron las claras intenciones de conquista territorial y de dominio político y militar de la potencia del norte: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad” dijo y escribió el Libertador[6] ; y Martí expresó también con rotundidad, «es un deber mío evitar, mediante la independencia de Cuba, que los Estados Unidos se extiendan por las Indias Occidentales y caigan con mayor fuerza sobre otras tierras de nuestra América”.
Entre esas dos frases se condensan los elementos principales de la propaganda justificativa y guerrerista de Washington, de las consecuencias de su dominio económico y militar, de la implantación de la política aduanera y económica a conveniencia del imperio naciente, y de la estrategia necesaria para evitar la extensión de ese imperio.
Con claridad, sin engaños, Bolívar –enfrascado en una terrible guerra de liberación-, le hablaba a toda la América enfrentada con el imperio español, de los EEUU y de sus intentos someter a la otra América a un saqueo absoluto en nombre de la libertad.
El Libertador condensaba en pocas palabras muy certeras, la práctica y la ideología que enlaza su tiempo con el nuestro: “en nombre de la Providencia”, es decir, del “destino manifiesto”[7] extenderían la “miseria en nombre de la Libertad”. Es exactamente lo mismo que aseguran todos los documentos sobre La estrategia de Seguridad Nacional de los EEUU desde Bush[8] hasta Donald Trump[9], pasando por Obama y su famoso Discurso del Cairo[10].
Martí definía el plan estratégico de Washington como un proyecto militar e imperial (“caigan con mayor fuerza… sobre otras tierras de nuestra América” y, sobre todo, el concepto clave de solidaridad más allá de las fronteras. La solidaridad –sostiene el Apóstol que, no lo olvidemos, murió pistola en mano- es un deber ineludible, personal y colectivo (“es deber mío evitar mediante la independencia de Cuba”, que los Estados Unidos se extiendan por las Indias Occidentales y caigan con mayor fuerza sobre otras tierras de nuestra América”); y el de resistencia a partir de sus elementos constitutivos: la soberanía y “la independencia «.
La independencia, la soberanía como bases de la solidaridad
Elemento de reflexión, sin duda: la independencia y la soberanía para nuestros políticos que aceptan con naturalidad la condición de estado quisling[11] a través de organizaciones como la OTAN y de alianzas –expresas o tácitas- de agresión o de injerencia continuada.
También lo es la solidaridad –personal o colectiva, entendida como deber-, que prefieren mantener al margen muchas organizaciones y líderes políticos que se proclaman sin vergüenza de izquierdas, y que prefieren mirar hacia otro lado o, peor aún, alinearse descaradamente con líderes de las organizaciones fascistas que desde dentro o desde fuera acosan a la Venezuela bolivariana. Tal es, obviamente, en el estado español, el caso de Podemos.
La resistencia popular en Venezuela, la “guerra de todo el pueblo”[12] como única estrategia capaz de aguantar lo conquistado y avanzar sobre ello es absolutamente necesaria. Lo es también, desafortunadamente, en el resto de los países del mundo.
Ambas cosas, resistir y avanzar, son procesos de extrema importancia continental y mundial. Sobre todo en estos momentos de fascistización, de preguerra y de riesgo de destrucción a niveles casi inconcebibles. Por eso mismo el pueblo de Venezuela tiene el derecho y demanda la solidaridad internacional plena y firme de los países, organizaciones revolucionarias y militantes en todo el mundo, fundamentalmente de América Latina y en el estado español. Aquí, en este último, la exigencia política y moral es máxima como lo son también la denuncia y la derrota de la pretensión subimperialista que siguen manteniendo sus dirigentes políticos y económicos. Por solidaridad y recordando las advertencias de Bolívar sobre las intenciones del imperio estadounidense sobre América Latina y nuestra propia situación colonial; y las de Martí sobre las exigencias de la solidaridad, tenemos que enfrentarnos a la casi total dependencia que sigue manteniendo el estado español, en subordinación con la política de Washington, con su política imperial y con su proyecto hegemónico.
Ambas cosas: la fortaleza de la revolución bolivariana y la consistencia de sus amigos van a ser puestas a prueba o, mejor dicho, lo están siendo ya en estos momentos. Venezuela va a sufrir una tremenda prueba de fuego, no deseada pero inevitable, sobre su carácter revolucionario, y su resistencia ante el fascismo interno y externo. El movimiento de solidaridad debe ser, “está obligado a ello”, uno de los diques apoyo de la Revolución Bolivariana.
No vale enunciar la solidaridad y mirar hacia otro lado.
(*) Antonio Maira es analista político.
Escribe en Rebelión y en el Foro contra la Guerra imperialista y la OTAN.
[5] https://www.youtube.com/watch?v=4IzhTeHxCls
[6] https://www.aporrea.org/actualidad/a6998.html
[7] http://sepiensa.org.mx/contenidos/historia_mundo/siglo_xx/eua/destino_man/des_man1a.htm
[8] http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:filopoli-2003-21-0011&dsID=Pdf
[10] http://fund-culturadepaz.org/spa/DOCUMENTOS/Conferencias/2009/Discurso_Obama_ElCairo_040609.pdf
[11] http://www.segundaguerramundialteatralizada.es/quisling-sinonimo-de-traidor/
[12] http://www.cubagob.cu/otras_info/minfar/doctrina/doctrina_militar.htm