La guerra no ha desaparecido para nadie
Denis Grigoriuk. Slavyangrad, 25 de junio de 2017.
Brillantes amapolas rojas. Parecen fuera de lugar. Pero en realidad son la representación de la sangre derramada. Puntos rojos esparcidos en el campo verde del pueblo destrozado. Inmediatamente detrás de las flores se encuentra un edificio destruido cubierto de agujeros en las paredes y las puertas. Los huecos vacíos de las ventanas, a modo de ojos, miran directamente al alma. En el aire queda una pregunta silenciada: ¿para qué?