Rusia y Venezuela acuerdan realizar las maniobras militares conjuntas. Putin: Venezuela no es sólo amigo de Rus ia, sino un socio muy cercano, uno de los principales en America Latina

Rusia y Venezuela acuerdan realizar las maniobras militares conjuntas

Publicado: 12 feb 2015 08:12 GMT

Rusia y Venezuela acuerdan realizar las maniobras militares conjuntas RIA Novosti / Vitaliy Ankov

El ministro ruso de Defensa, Serguéi Shoigú, ha aceptado la invitación de su colega venezolano, Vladimir Padrino López, para que Rusia participe en ejercicios militares de las fuerzas de defensa antiaérea.

Todo sobre este tema

Los ministros de Defensa de Rusia y de Venezuela acordaron en su encuentro organizar una entrada amistosa de buques rusos en los puertos del país latinoamericano. Además, Shoigú ha aceptado la invitación de su colega venezolano, Vladimir Padrino López, para que Rusia participe en ejercicios militares de las fuerzas de defensa antiaérea y en maniobras de tiro del lanzacohetes múltiple ruso BM-30 Smerch.

«Todos los planes y proyectos conjuntos bilaterales se ponen en práctica de forma intensiva», ha destacado Shoigú, recordando las palabras del presidente ruso,

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CONCENTRACION EN APOYO A LA REVOLUCION BOLIVARIANA Y AL GOBIERNO DE NICOLAS MADURO

Concentracion en apoyo a la Revolucion Bolivariana y al gobierno de Nicolas Maduro de Venezuela.


Viernes, 13 de de marzo a las 20:00h. en Sola

!Basta de agresiones yankis contra Venezuela!

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Convocatoria de reunión de la Plataforma Global contra las Guerras

Invitación a todos los colectivos, organizaciones y ciudadanos contra las maniobras de la OTAN en España en el 2015

Dia: Lunes, 9 a las 7:00 tarde
Lugar: Carretas, 14, 2º H. MADRID

El llamamiento que hacemos a todos los colectivos es por la necesidad de adoptar medidas públicas, amplias y visibles por la paz. Las guerras e intervenciones militares –ya sea en Ucrania, Oriente Medio, en Siria, en Irak o en cualquier parte del mundo– no están resolviendo ningún problema.

No solo no contribuyen a resolver los problemas sociales, económicos y ecológicos más graves del siglo XXI, sino que los agravan. Se han gastado más de 1,7 billones de dólares en armamento a nivel mundial en 2014.

Teniendo en cuenta los recortes para cuestiones sociales y ecológicas –miles de millones de personas inmersas en la pobreza, el hambre, los recortes en salud y educación– estamos ante un inmenso desastre humanitario.
Según la OTAN, los presupuestos en armamento seguirán aumentando.

Tenemos una responsabilidad que asumir en solidaridad con aquellas personas afectadas por la guerra y los conflictos que va contra el humanismo, la justicia global y la sostenibilidad.

La Plataforma Global Contra las Guerras  quiere que se ponga fin a toda intervención militar y se priorice y promueva el desarme, la resolución de conflictos por la vía civil y la prevención de nuevos conflictos.

Rechaza la política de la OTAN de intervención militar en defensa de los intereses del “primer mundo” en cualquier lugar y tiene el claro convencimiento de que para la Paz es preciso incrementar las movilizaciones y promover iniciativas por la paz que son tan necesarias como posibles.

El movimiento por la paz se enfrenta a un enorme desafío: contrarrestar los planes de los belicistas a través de acciones conjuntas y con mucho esfuerzo y dedicación. Por una lógica de la paz que sustituya a la retórica de la guerra.

¡No más guerras! es el desafío fundamental en este momento.
 

!NO A LA OTAN, NO A LA GUERRA!
 

¿Por qué resurge de nuevo del fascismo? Articulo de John Pilger.

¿Por qué resurge de nuevo del fascismo?

John Pilger

Traducción: Red Roja

26 de febrero 2015

El reciente 70 aniversario de la liberación de Auschwitz fue un recordatorio del gran crimen del fascismo cuya iconografía nazi quedó incrustada en nuestra conciencia. El fascismo se conserva como historia, como el estremecimiento ante los camisas negras marcando el paso de la oca, su terrible e indiscutible criminalidad. Sin embargo, en las mismas sociedades liberales, cuyas élites guerreristas nos instan a no olvidar nunca, se encubre el creciente peligro de una nueva especie de fascismo; ése es su fascismo.

Los Jueces del Tribunal de Nuremberg decían en 1946: “La iniciación o comienzo de una guerra de agresión… no es solo un crimen internacional, es el mayor crimen internacional y sólo difiere de otros crímenes de guerra en que contiene dentro de sí el mal acumulado de todos ellos.»

Si los nazis no hubieran invadido Europa, ni Auschwitz ni el Holocausto habrían sucedido. Si los Estados Unidos y sus satélites no hubieran iniciado su guerra de agresión en Iraq en 2003, casi un millón de personas estarían vivas hoy en día; y ni el Estado islámico, ni ISIS, nos tendrían hoy esclavizados con su salvajismo. Ellos son los descendientes del fascismo moderno, destetados con las bombas, los baños de sangre y las mentiras que constituyen ese teatro surrealista conocido como noticias.

Al igual que en el fascismo de los años 30 y 40, grandes mentiras se prodigan con la precisión de cronómetro, gracias a unos omnipresentes medios repetitivos y, por omisión, a su resuelta censura. Véase la catástrofe en Libia.

En 2011, la OTAN efectuó 9700 «ataques aéreos» contra Libia, de los cuales más de un tercio fueron dirigidos a objetivos civiles. Se utilizaron ojivas de uranio; las ciudades de Misrata y Sirte fueron bombardeadas y quedaron arrasadas como alfombras. La Cruz Roja identificó fosas comunes y la Unicef ​​informó de que «la mayoría [de los niños asesinados] eran menores de diez años».

La sodomización pública con una bayoneta «rebelde» de la que fue objeto el presidente libio Muammar Gaddafi, fue acogida por la entonces secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, con gritos de alegría y la expresión: «Vinimos, vimos, murió.» Su asesinato, así como la destrucción de su país, se justificó con la acostumbrada gran mentira de que estaba planeando un «genocidio» contra su propio pueblo. «Sabíamos – dijo Obama – que si esperábamos un día más, Benghazi, una ciudad del tamaño de Charlotte, podría sufrir una masacre que hubiera resonado en toda la región y manchado la conciencia del mundo.»

Fue una patraña de las milicias islamistas ante su derrota por parte de las fuerzas gubernamentales libias. Le dijeron a Reuters que aquello iba a ser «un verdadero baño de sangre, una masacre como la que vimos en Ruanda». Difundida el 14 de marzo de 2011, la mentira propició la primera chispa para el infierno de la intervención de la OTAN, descrito por David Cameron como una «intervención humanitaria».

Armados y entrenados en secreto por el servicio de operaciones especiales aerotransportado británico, el SAS, muchos «de los rebeldes» se harían del ISIS, cuyo última entrega de vídeo muestra la decapitación de 21 trabajadores cristianos coptos secuestrados en Sirte, la ciudad destruida a petición suya por los bombarderos de la OTAN.

Para Obama, David Cameron y el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, el verdadero crimen de Gaddafi era la independencia económica de Libia y su intención declarada de parar la venta de las mayores reservas del petróleo del África en dólares estadounidenses. El petrodólar es un pilar de poder americano imperial. Gaddafi se atrevió a planificar la creación de una moneda común africana basada en el oro, establecer un banco universal para África y promover la unión económica entre los países pobres con recursos naturales. Fuera o no cierto, la sola idea resultaba intolerable para EEUU precisamente cuando se disponía «a entrar» en África y sobornar a gobiernos africanos «con alianzas» militares.

Tras el ataque de la OTAN al amparo de una resolución del Consejo de Seguridad, Obama, según Garikai Chengu, «confiscó más de 30 mil millones de dólares del Banco Central de Libia, que Gadafi había destinado para la creación de un Banco Central Africano, y todo el oro destinado a respaldar el dinar africano».

La «guerra humanitaria» contra Libia se basó en un modelo muy aceptable para los sentimientos liberales occidentales, especialmente de los medios de comunicación. En 1999, Bill Clinton y Tony Blair enviaron a la OTAN para bombardear Serbia, porque, según su mentira, los serbios estaban cometiendo «genocidio» contra la población albanesa en la provincia secesionista de Kosovo. David Scheffer, embajador en misión especial para crímenes de guerra [sic], afirmó que unos «225.000 hombres de etnia albanesa de edades comprendidas entre 14 y 59 años, podrían haber sido asesinados”. Tanto Clinton como Blair evocaron el Holocausto y «el espíritu de la Segunda Guerra Mundial». Los heroicos aliados de Occidente eran el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), cuyos anteriores crímenes fueron dejados de lado. El ministro de Exteriores británico, Robin Cook, les dijo que podían llamarle a cualquier hora a su teléfono móvil.

Con el bombardeo de la OTAN sobre Serbia, gran parte de la infraestructura serbia quedó en ruinas, junto con escuelas, hospitales, monasterios y la estación de televisión nacional. Equipos forenses internacionales descendieron sobre Kosovo para exhumar la evidencia del «holocausto». El FBI no encontró ni una sola fosa común y se fue a casa. El equipo forense español hizo lo mismo, su jefe airado denunció «una añagaza semántica de la maquinaria de la propaganda de guerra». Un año más tarde, un tribunal de las Naciones Unidas sobre Yugoslavia publicó el recuento final de los muertos en Kosovo: 2788, entre combatientes de ambos bandos, serbios y gitanos asesinados por el ELK. No hubo genocidio. El «holocausto» era una mentira. La información sobre el ataque de la OTAN había sido un fraude.

Detrás de esta mentira había una seria decisión. Yugoslavia era una federación excepcionalmente independiente, multi-étnica, que se habían destacado como un puente político y económico durante la Guerra Fría. La mayor parte de sus servicios y empresas eran de propiedad pública. Esto era inaceptable para una Comunidad Europea en expansión, sobre todo para la recién unida Alemania, que planeaba su incursión hacia el este para captar su «mercado natural» en las provincias yugoslavas de Croacia y Eslovenia. Entre tanto, los europeos se reunieron en Maastricht en 1991 para planificar su desastrosa zona euro; llegaron a un acuerdo secreto: Alemania reconocería Croacia. Yugoslavia estaba condenada.

En Washington, EE.UU. vio que a la economía yugoslava en aprietos se le negaban préstamos del Banco Mundial. La OTAN, por entonces una reliquia de la casi extinta Guerra Fría, fue reinventada como ejecutor imperial. En la conferencia de 1999 de Rambouillet sobre Kosovo, celebrada en Francia, los serbios fueron sometidos a tácticas arteras. El acuerdo de Rambouillet incluía un Anexo B secreto que la delegación de Estados Unidos insertó el último día. Implicaba la ocupación militar de la totalidad de Yugoslavia – un país con amargos recuerdos de la ocupación nazi – y la puesta en práctica de una «economía de libre mercado» más la privatización de todos los activos del gobierno. Ningún estado soberano podría firmar esto. El castigo fue inmediato; bombas de la OTAN cayeron sobre un país indefenso. Fue el preludio de las catástrofes de Afganistán e Irak, de Siria y Libia, de Ucrania.

Desde 1945, más de un tercio de los miembros de las Naciones Unidas – 69 países – han sufrido de una u otra manera a manos del moderno fascismo de América. Han sido invadidas, sus gobiernos derrocados, sus movimientos populares reprimidos, sus elecciones subvertidas, sus pueblos bombardeados y sus economías despojadas de toda protección y sus poblaciones sometidas a un asedio paralizante con las conocidas «sanciones». El historiador británico Mark Curtis estima que el número de muertos se cifra en millones. En todos los casos, fue previamente desplegada una gran mentira.

«Esta noche, por primera vez desde el 11-S, nuestra misión de combate en Afganistán ha terminado.» Estas eran las palabras con que Obama abría la conferencia de 2015 sobre el Estado de la Unión. Sin embargo, unos 10.000 soldados y 20.000 contratistas militares (mercenarios) siguen en Afganistán en una misión indefinida. «La guerra más larga en la historia de Estados Unidos está llegando a una conclusión responsable», dijo Obama. De hecho, murieron más civiles en Afganistán en 2014 que en cualquier otro año desde que la ONU tiene registros. La mayoría de ellos – civiles y militares -, asesinados en la época de Obama como presidente.

La tragedia de Afganistán rivaliza con la criminal epopeya cometida en Indochina. En su muy citado libro ‘El Gran Tablero de Ajedrez: Primacía Americana y sus imperativos geoestratégicos ‘, Zbigniew Brzezinski, el padrino de la política de Estados Unidos desde Afganistán hasta la actualidad, escribe que si Estados Unidos ha de controlar Eurasia y dominar el mundo, no puede sostener una democracia popular, ya que «la búsqueda del poder no es un objetivo que despierte la pasión popular… La democracia es enemiga de la movilización imperial.» Y está en lo cierto. Como WikiLeaks y Edward Snowden han desvelado, la vigilancia y el estado policial están usurpando la democracia. En 1976, Brzezinski, entonces Consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter, demostró su criterio al asestar un golpe mortal a la primera y única democracia de Afganistán. ¿Quién conoce esta historia decisiva?

En la década de los 60, una revolución popular arrasó a Afganistán, el país más pobre en la tierra, derrocando en 1978 los vestigios del viejo régimen aristocrático. El Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) formó un gobierno y presentó un programa de reformas que incluía la abolición del feudalismo, la libertad de todas las religiones, la igualdad de derechos para las mujeres y la justicia social para las minorías étnicas. Más de 13.000 presos políticos fueron liberados y los archivos de la policía quemados públicamente.

El nuevo gobierno introdujo la atención médica gratuita para los más pobres; se abolió el peonaje, se puso en marcha un programa de alfabetización masiva. Para las mujeres, las ganancias fueron increíbles. A fines de 1980, la mitad de los estudiantes universitarios eran mujeres, y las mujeres representaban casi la mitad de los médicos de Afganistán, una tercera parte de los funcionarios públicos y la mayoría de los docentes. «Todas las niñas», recordó Saira Noorani, una mujer cirujano, «podían ir a la escuela secundaria y a la universidad. Podíamos ir a donde queríamos y vestirnos a nuestro gusto. Íbamos a los cafés y al cine a ver la última película de la India los viernes y escuchar la música más actual. Todo empezó a ir mal cuando los muyahidines empezaron a ganar. Se pusieron a matar maestros y a quemar escuelas. Estábamos aterrorizados. Fue curioso y triste ver que estas eran las personas que Occidente apoyaba. »

El gobierno del PDPA estaba respaldado por la Unión Soviética, a pesar de que, como más tarde admitió el ex secretario de Estado Cyrus Vance, «no había evidencia de complicidad alguna soviética [en la revolución]». Alarmados por la creciente confianza de los movimientos de liberación en todo el mundo, Brzezinski decidió que si Afganistán tenía éxito en el marco del PDPA, su independencia y progreso representaban «la amenaza de un ejemplo prometedor».

El 3 de julio de 1979, la Casa Blanca en secreto autorizó 500 millones de dólares en armas y logística para apoyar a los grupos tribales «fundamentalistas» conocidos como los muyahidines. El objetivo era el derrocamiento del primer gobierno laico y reformista de Afganistán. En agosto de 1979, la embajada de Estados Unidos en Kabul informó que «los intereses más importantes de Estados Unidos… pasaban por la desaparición del gobierno PDPA, a pesar de lo que ello podía significar de revés para futuras reformas sociales y económicas en Afganistán».

Los muyahidines fueron el origen ​​de al-Qaeda y del Estado islámico. Incluido el líder muyahidín Gulbuddin Hekmatyar, que recibió decenas de millones de dólares en efectivo de la CIA. La especialidad de Hekmatyar fue el tráfico de opio y arrojar ácido a la cara de las mujeres que se negaban a llevar el velo. Invitado a Londres, fue celebrado por la primera ministra Thatcher como un «luchador por la libertad».

Estos fanáticos podrían haber permanecido en su mundo tribal si Brzezinski no hubiera lanzado un movimiento internacional para promover el fundamentalismo islámico en Asia Central y así socavar la liberación política laica y «desestabilizar» a la Unión Soviética, con la creación, como escribió en su autobiografía, de «unos cuantos focos de agitación entre los musulmanes”. Su gran plan coincidió con las ambiciones del dictador paquistaní, el general Zia ul-Haq, de dominar la región. En 1986, la CIA y la agencia de inteligencia de Pakistán, el ISI, comenzaron a reclutar a gente de todo el mundo para unirse a la yihad afgana. El multimillonario saudí Osama bin Laden era uno de ellos. Los agentes que eventualmente habían de unirse a los talibanes y al-Qaeda, fueron reclutados en una universidad islámica en Brooklyn, Nueva York, y se les dio entrenamiento paramilitar en un campamento de la CIA en Virginia. Fue la llamada «Operación Ciclón». Su triunfo tuvo lugar en 1996, cuando el último presidente PDPA de Afganistán, Mohammed Najibullah – que había ido antes a la Asamblea General de la ONU para pedir ayuda – fue colgado de una farola por los talibanes.

El «culatazo» de la Operación Ciclón y de algunos de sus “alborotados musulmanes», fue el 11 de septiembre de 2001. La Operación Ciclón se convirtió en la «guerra contra el terror», en la que innumerables hombres, mujeres y niños perderían sus vidas en el mundo musulmán, desde Afganistán a Irak, Yemen, Somalia y Siria. El mensaje del ejecutor [The Enforcer] era y sigue siendo: «O estás con nosotros o contra nosotros».

El hilo común del fascismo, del pasado y del presente, es el asesinato en masa. La invasión estadounidense de Vietnam tuvo sus «zonas de fuego libre», «recuento de víctimas» y «daños colaterales». En la provincia de Quang Ngai, desde donde informé, muchos miles de civiles («gooks [asiáticos]») fueron asesinados por los EE.UU.; sin embargo, sólo se recuerda la masacre de My Lai. En Laos y Camboya, el mayor bombardeo aéreo en la historia produjo una ola de terror señalado aún hoy por el espectáculo de un rosario de cráteres de bombas que, vistos desde el aire, parecen monstruosos collares. El bombardeo aportó a Camboya su propio ISIS, liderado por Pol Pot.

Hoy en día, la mayor campaña del mundo contra el terror exige la inmolación de familias enteras, de invitados a una boda o asistentes a un funeral. Son las víctimas de Obama. Según el New York Times, Obama hace su selección a partir de una «lista asesina» que la CIA le presenta todos los martes en la Sala de Situación [Sala de emergencias] de la Casa Blanca. Decide entonces, sin una mínima justificación legal, quién vivirá y quién morirá. Su arma de ejecución es el misil Hellfire lanzado desde un avión no tripulado conocido como dron; este misil abrasa a sus víctimas y adorna la zona con sus restos. Cada «éxito» está registrado en una pantalla de una consola lejana como un «BugSplat» [mata moscas].

«En lugar de soldados marchando al paso de la oca, hoy tenemos la aparentemente más inofensiva militarización total de la cultura” – escribió el historiador Norman Pollock. “Y – prosigue – en lugar del líder grandilocuente tenemos a un reformista fallido que trabaja alegremente en la planificación y ejecución de asesinatos sin dejar de sonreír un instante».

El hilo que une el viejo fascismo con el nuevo, es el culto a la superioridad. «Siento el excepcionalismo americano en cada fibra de mi ser», dijo Obama, evocando las declaraciones de fetichismo nacional de la década de los 30. Como el historiador Alfred W. McCoy ha señalado, fue el devoto de Hitler, Carl Schmitt, quien dijo: «El soberano es el que decide la excepción.» Esto resume el americanismo, la ideología dominante en el mundo. El que no se haya reconocido como una ideología depredadora es un logro, igualmente reconocido, de un lavado de cerebro. Insidiosa, no declarada, presentada ingeniosamente como la ilustración vigente, su vanidad inspira la cultura occidental. Crecí en un régimen cinematográfico de la gloria americana, casi toda ella era una distorsión. No tenía ni idea de qué era el Ejército Rojo que había destruido la mayor parte de la maquinaria de guerra nazi con un coste de hasta 13 millones de soldados. Mientras que las pérdidas estadounidenses, incluyendo las del Pacífico, fueron 400.000. Hollywood invirtió las cifras.

La diferencia ahora es que se invita a los espectadores a retorcerse las manos ante la «tragedia» de los psicópatas estadounidenses que tienen que matar a personas en lugares distantes – al igual que el propio Presidente los mata. La forma de ejecución de la violencia de Hollywood, se puede concretar en el actor y director Clint Eastwood, que fue nominado este año a un Oscar por su película, ‘American Sniper’, sobre un asesino con licencia y chiflado. El New York Times lo describió como un «cuadro patriótico, pro-familia, que rompió todos los récords de asistencia en su presentación».

No hay películas heroicas que traten el abrazo al fascismo por parte de Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos (y Gran Bretaña) fueron a la guerra contra los griegos que habían luchado heroicamente contra el nazismo y se resistían al avance del fascismo griego. En 1967, la CIA ayudó a subir al poder a una junta militar fascista en Atenas – como lo hizo en Brasil y en la mayor parte de América Latina. A alemanes y a europeos del este que habían actuado en connivencia con la agresión nazi y los crímenes contra la humanidad, se les dio refugio en EE.UU. Muchos fueron mimados y sus talentos recompensados. Wernher von Braun, por ejemplo, fue el «padre», tanto de la terrorífica bomba V-2 nazi, como del programa espacial de Estados Unidos.

En la década de 1990, cuando las ex repúblicas soviéticas, Europa del Este y los Balcanes se convirtieron en puestos avanzados militares de la OTAN, a los herederos de un movimiento nazi en Ucrania se les dio su oportunidad. Responsables de la muerte de miles de judíos, polacos y rusos durante la invasión nazi de la Unión Soviética, el fascismo ucraniano fue rehabilitado y su «nueva ola» saludada por el “ejecutor” [enforcer] como «nacionalista».

Esto tuvo su apogeo en 2014, cuando el gobierno de Obama gastó 5000 millones de dólares en un golpe de Estado contra el gobierno electo. Las tropas de choque eran neonazis conocidos como el Sector derecho y Svoboda. Entre sus líderes, estaba Oleh Tyahnybok, quien reclamó una purga de la «mafia de judíos de Moscú» y «otra escoria» como son los gays, las feministas y los de la izquierda política.

Estos fascistas ahora forman parte del gobierno golpista Kiev. El primer vicepresidente del Parlamento de Ucrania, Andriy Parubiy, líder del partido de gobierno, es co-fundador de Svoboda. El 14 de febrero, Parubiy anunció que estaba volando a Washington par conseguir «que EE.UU nos dé armas modernas de alta precisión». Si lo consigue, será visto como un acto de guerra por parte de Rusia.

Ningún líder occidental ha dicho nada sobre el resurgimiento del fascismo en el corazón de Europa – con la excepción de Vladimir Putin, cuyo pueblo perdió 22 millones de personas con la invasión nazi a través de la frontera de Ucrania. En la reciente Conferencia de Seguridad de Munich, la Subsecretaria de Estado de Asuntos Europeos y de Eurasia de Obama, Victoria Nuland, despotricó contra los líderes europeos por oponerse al armamento estadounidense del régimen de Kiev. Se refirió al ministro de Defensa alemán, como «el ministro de derrotismo». Fue Nuland la que planeó el golpe de Estado en Kiev. La esposa de Robert D. Kagan, una figura líder «neocon» y co-fundadora del Proyecto de extrema derecha para un Nuevo Siglo Americano, fue asesora de política exterior de Dick Cheney.

El golpe de Nuland no consiguió su plan. A la OTAN se le impidió apoderarse de la histórica, legítima, base rusa de aguas cálidas, la Base Naval de Crimea. La población mayoritariamente rusa de Crimea – anexionada ilegalmente a Ucrania por Nikita Kruschev en 1954 – votó abrumadoramente por volver a Rusia, como lo habían hecho en la década de 1990. El referéndum fue voluntario, popular y bajo observación internacional. No hubo invasión.

Al mismo tiempo, el régimen de Kiev se volvió contra la población de etnia rusa en el este con la ferocidad de una limpieza étnica. Desplegó a milicias neonazis a la manera de las Waffen-SS, que bombardearon y sometieron a las ciudades y pueblos al asedio. Utilizaron como arma la hambruna masiva, les cortaron la electricidad, les congelaron las cuentas bancarias, paralizaron la seguridad social y las pensiones. Más de un millón de refugiados huyeron a través de la frontera con Rusia. En los medios de comunicación occidentales, toda esta gente se convirtió en un pueblo que trataba de escapar a «la violencia» causada por la «invasión rusa». El comandante de la OTAN, el general Breedlove – cuyo nombre y acciones podrían haber sido inspiradas en el Dr. Strangelove de Stanley Kubrick – anunció que 40.000 soldados rusos se habían «concentrando». En la era de la evidencia a través de los satélites, no se mostró ninguna prueba.

Estas personas de habla rusa y bilingües de Ucrania – un tercio de la población – llevan mucho tiempo luchando por una federación que refleje la diversidad étnica del país y su autonomía e independencia de Moscú. La mayoría no son «separatistas», sino ciudadanos que quieren vivir con seguridad en su patria y se oponen a la toma golpista del poder en Kiev. Su rebelión y autoproclamación de «estados» autónomos son una reacción a los ataques de Kiev contra ellos. Poco de esto se ha explicado al público occidental.

El 2 de mayo de 2014, en Odessa, 41 personas de etnia rusa fueron quemadas vivas en la sede sindical con la policía delante. El líder del Sector Derecho, Dmytro Yarosh, elogió la masacre como «el día más brillante de nuestra historia nacional». En los medios de comunicación estadounidenses y británicos, este caso fue notificado como una «tragedia turbia», resultado de «enfrentamientos» entre «nacionalistas» (neo-nazis) y «separatistas» (gente que estaba recogiendo firmas para un referéndum por una Ucrania federal).

The New York Times enterró la historia, despachándola como mensajes de propaganda rusos sobre las políticas fascistas y antisemitas de los nuevos clientes de Washington. The Wall Street Journal condenó a las víctimas – «Probable incendio mortal provocado por los rebeldes, dice el Gobierno». Obama felicitó a la Junta por su «moderación».

Si Putin hubiera cedido a la provocación y venido en su ayuda, su papel de «paria» pre-juzgado por Occidente habría justificado la mentira de que Rusia estaba invadiendo Ucrania. El 29 de enero, el máximo comandante militar de Ucrania, el general Viktor Muzhemko, sin darse cuenta, desautorizó la base misma del argumento de Estados Unidos y de la UE para las sanciones contra Rusia, cuando dijo en una conferencia de prensa enfáticamente: «El ejército ucraniano no está luchando contra unidades regulares del Ejército ruso» . Había «ciudadanos» que eran miembros de «grupos armados ilegales», pero no hubo invasión rusa. Esto no fue noticia. Vadym Prystaiko, viceministro de Relaciones Exteriores de Kiev, llamó a la «guerra a gran escala» contra Rusia con armas nucleares.

El 21 de febrero, el senador estadounidense James Inhofe, republicano de Oklahoma, presentó un proyecto de ley que autorizara a enviar armas americanas al régimen de Kiev. En su presentación en el Senado, Inhofe utilizó unas fotografías con las que alegaba que tropas rusas pasaban a Ucrania, fotos que repetidamente ha sido demostrado que eran falsas. Era una reminiscencia de los falsos planos de Ronald Reagan de una instalación soviética en Nicaragua, o las pruebas falsas de Colin Powell ante la ONU de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.

La intensidad de la campaña de desprestigio en contra de Rusia y la presentación de su presidente como una pantomima de villano es algo diferente a todo lo que yo he conocido como reportero. Robert Parry, uno de los periodistas de investigación más destacados de Estados Unidos, que reveló el escándalo Irán-Contra, escribió recientemente: «Ningún gobierno europeo, salvo la Alemania de Adolf Hitler, ha llegado a enviar tropas de asalto nazis para hacer la guerra contra su propia población nacional, pero el régimen de Kiev lo hizo y lo sigue haciendo deliberadamente. Sin embargo, a través de medios de comunicación, espectro político de Occidente, ha habido un cuidadoso esfuerzo para encubrir esta realidad hasta el punto de ignorar los hechos perfectamente documentados… Si usted se pregunta cómo el mundo podría encontrarse con una tercera guerra mundial – como fue el caso hace un siglo de la 1ª guerra mundial– no tiene más que mirar la locura de Ucrania manifiestamente indiferente a los hechos o a la razón”.

En 1946, dijo el fiscal del Tribunal de Nuremberg de los medios alemanes: «El uso que los conspiradores nazis hicieron de la guerra psicológica es bien conocido. Antes de cada gran agresión, con algunas pocas excepciones basadas en la conveniencia, iniciaban una campaña de prensa calculada para debilitar a sus víctimas y preparar al pueblo alemán psicológicamente para el ataque … En el sistema de propaganda de Hitler la prensa diaria y la radio eran las armas más importantes «. En The Guardian del 2 de febrero, Timothy Garton-Ash hace un llamamiento, en efecto, a una guerra mundial. «Putin debe ser detenido», decía su titular. «Muchas veces sólo las armas pueden parar las armas.» Reconoció que la amenaza de guerra podría «alimentar una paranoia rusa de cerco»; pero que eso estaba bien. Comprobó el equipo militar necesario para este trabajo y aseguró a sus lectores que «Estados Unidos tiene el mejor equipo».

En 2003, Garton-Ash, profesor en Oxford, insistía en la propaganda que llevó a la masacre en Irak: “Saddam Hussein, como [Colin] Powell ha documentado, tiene almacenadas grandes cantidades de terribles armas químicas y biológicas, y muchas más que tiene escondidas. Intenta incluso hacerse con bombas nucleares.» Alabó a Blair como un auténtico «intervencionista liberal cristiano gladstoniano». En 2006, escribió: » Después de Irak, ahora nos enfrentamos a la próxima gran prueba de Occidente: Irán.»

Estos arrebatos – o como el mismo Garton-Ash prefiere decir, su » torturada ambivalencia liberal» -, no son distintos de los de esa élite liberal transatlántica que ha llegado a un acuerdo fáustico. El criminal de guerra Blair es su líder perdido. The Guardian, donde se publicó el artículo de Garton-Ash, publicó un anuncio a toda página del bombardero americano Stealth Bomber. Con la imagen amenazadora del monstruo de la factoría Lockheed Martin, iban estas palabras: «El F-35 GRANDE. Para Gran Bretaña.». Este «kit» Americano costaría a los contribuyentes británicos 1,3 mil millones de libras; sus predecesores, los modelo F, ya habían masacrado a gente por todo el mundo. En sintonía con su publicidad, un editorial de The Guardian exigía un aumento del gasto militar.

Una vez más, hay un proyecto serio. Los gobernantes del mundo quieren a Ucrania no sólo como una base de misiles; quieren también su economía. El nuevo ministro de Finanzas de Kiev, Nataliwe Jaresko, es un ex alto funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos encargado de «inversiones» de EEUU en el extranjero. Se le concedió a toda prisa la ciudadanía ucraniana. Quieren a Ucrania también por su abundante gas. El hijo del vicepresidente Joe Biden, está en la junta de la mayor compañía de petróleo, gas y fracking de Ucrania. Los fabricantes de semillas transgénicas, empresas como el infame Monsanto, también quieren el rico suelo agrícola de Ucrania.

Pero por encima de todo, lo que quieren es al poderoso vecino de Ucrania: Rusia. Quieren balcanizar o desmembrar Rusia y explotar la mayor fuente de gas natural del planeta. Como se derrite el hielo del Ártico, quieren el control del Océano Ártico y sus riquezas energéticas y la larga frontera terrestre ártica de Rusia. Su hombre en Moscú antes era Boris Yeltsin, un borracho que entregó la economía de su país a Occidente. Su sucesor, Putin, ha restablecido a Rusia como nación soberana: este es su crimen.

La responsabilidad de todos nosotros es clara. Consiste en identificar y exponer las mentiras insensatas de los belicistas y no estar nunca en connivencia con ellos. Hay que volver a despertar los grandes movimientos populares que provoquen escisiones en los estados imperiales modernos. Lo más importante, es evitar que conquisten nuestra mente, nuestra humanidad, nuestro amor propio. Si permanecemos en silencio, ellos van a ganar la batalla… Un holocausto se asoma.

John Pilger

Ante el acuerdo entre Syriza y la Troika. Ni soberanía, ni siquiera migajas sociales, son posibles en la Unión Europea .

Ante el acuerdo entre Syriza y la Troika

Ni soberanía, ni siquiera migajas sociales, son posibles en la Unión Europea.

Comunicado de Red Roja

Vivimos tiempos de urgencia (y de retraso) a la hora de enfrentar la gravísima y persistente emergencia social que sufren pueblos como el nuestro –prácticamente en la misma tragedia que el griego- donde la profunda crisis estructural capitalista se solapa con el imperial objetivo de Alemania y su “núcleo duro” de someter criminalmente a la periferia de la UE. Vivimos tiempos de guerra social donde no cabe electoralismo paralizante (tampoco de esperas de “primeros 100 días de gobierno recién electo”) para sacar enseñanzas que, en realidad, urgen por más que estas puedan dar la impresión de ser precipitadas. Son los acontecimientos los que no paran de amenazarnos con precipitarnos al vacío. Por eso, con un gran sentido de la responsabilidad de los tiempos convulsos y confusos que vivimos, Red Roja avanza ya estas reflexiones acerca del acuerdo entre Syriza y la Troika sin perjuicio de que más adelante se precisen y amplíen, y muy consciente de que sus repercusiones afectan mucho más acá del escenario griego.

En realidad, lo único sorprendente de las negociaciones entre el gobierno de Syriza y la Troika ha sido lo rápidamente que ha quedado claro quién manda en Grecia. El documento que recoge las propuestas griegas fue aceptado en un tiempo récord por Bruselas con el objetivo de cancelar el riesgo de desestabilización política y económica –y sobre todo de contagio- que pudiera acarrear las dudas sobre su permanencia en el Euro. A pesar de este contexto de presión política, que dejaba entrever fragilidades de la parte de la UE, y pese a las necesidades acuciantes de Grecia, el BCE no desembolsará ni un euro hasta el mes de mayo y eso, si el Gobierno cumple todos los compromisos.

La realidad, pura y dura, es que el acuerdo, ni da marcha atrás en ninguna de las medidas ya impuestas por los anteriores memorandos, ni permite que las necesidades sociales de los sectores de población más desesperados alteren un ápice el cumplimiento de los objetivos de déficit. La Troika no acepta ni condonación parcial de la Deuda, ni periodos de carencia, ni mucho menos posponer el pago hasta que se genere crecimiento económico. Sólo hace una vaga promesa de alivio de los intereses de la Deuda y de alargamiento de los plazos de devolución, siempre que haya superávit fiscales; es decir, si los ingresos públicos son mayores que los gastos.

El problema de amplios sectores obreros y populares fue haberse creído las apelaciones verbales a la soberanía del pueblo griego y a la democracia agitados desde Syriza como armas válidas ante el diktat de la UE. La realidad, a pesar de tanto aspaviento teatral ante la prensa, es que la dignidad del pueblo griego, aquella contra la que el Presidente de la Comisión Europea admite haber atentado, sigue siendo vejada y atropellada y su soberanía, intervenida. ¿Pero qué podía esperarse de unas instituciones europeas que estos mismos días de negociaciones con el gobierno griego presionan al gobierno “amigo español” para que continúen con las reformas, es decir, con los recortes? ¿Cómo creerse que estén dispuestos incluso a concesiones cosméticas allí si no paran de presionar por ejemplo aquí, que se está en año electoral?

Inmediatamente después de ganar las elecciones Syriza renunciaba a una propuesta estrictamente política “sin coste fiscal”: convocar una conferencia internacional para tratar sobre la reestructuración de la Deuda de los países del sur de Europa. Esta medida, que permitía abrir un escenario internacional para que los diferentes países pudieran tratar conjuntamente problemas que tienen los mismos orígenes y que relaman soluciones coordinadas, está lejos de la imprescindible salida del euro y de la UE, pero podía suponer un buen comienzo, solo fuera por lo que, en el corto plazo, significase de parón del austericidio.

El abandono de la misma representa el desistimiento de la perspectiva de alcanzar el principal instrumento de fuerza que pudieran tener los países sojuzgados por la UE: su actuación articulada hacia espacios socio-económicos integrados, como bien señalaba, en un ejercicio de honestidad, el recién elegido diputado por Syriza, Costas Lapavitsas en el texto “Grecia: cinco preguntas que necesitan respuesta”, escrito después de firmado el acuerdo1.

Lo esencial del acuerdo con la Troika (los cambios en el lenguaje para llamar “tres instituciones” a la misma cosa producen vergüenza ajena) afecta a dos ejes claves del programa electoral de Syriza: la reversión de las privatizaciones y el programa social; aspectos que, en realidad, lejos de constituir ningún planteamiento revolucionario, pretendían restaurar un mínimo de la dignidad nacional vendida y enfrentar las emergencias sociales más graves.

La enajenación masiva del patrimonio artístico y del territorio griego realizada por los gobiernos anteriores y exigida por los memorandos es uno de los símbolos más dolorosos del atropello de la soberanía y de la dominación despiadada ejercida por la UE. Antes de iniciarse la negociaciones con la Troika, el 10 de febrero, el nuevo Gobierno ya anunció que – contraviniendo sus promesas – continuaba con la privatización del emblemático puerto de El Pireo, en Atenas. Ahora Syriza se compromete a no revertir a manos públicas ninguna de las privatizaciones realizadas y a no paralizar ninguna de las que aún no están consumadas.

La postergación sine die o el abandono de promesas electorales en materia social evidencian la magnitud de las cadenas que la Troika impone a Grecia y que el gobierno de Syriza ha aceptado:

  • Posponer sin fecha la elevación del salario mínimo a 571 euros, que, en cualquier caso tendría que ser negociada previamente con la UE “para no dañar la competitividad”.
  • Modificar las leyes laborales para aumentar la contratación temporal.
  • No condonar las deudas de los sectores más pobres con la seguridad social, el fisco o los bancos.
  • Eliminar excepciones y descuentos en el pago del IVA2; es decir, aumentarlo.
  • Supeditar el programa social de emergencia de 1.800 millones de euros a que el mismo no aumente el techo de déficit comprometido.
  • Anular su propuesta de aumentar en 60 euros adicionales las pensiones de aquellas personas que esta por debajo del umbral de la pobreza.

En resumen, de la forma más cínica imaginable en un país que tiene millones de personas viviendo situaciones desesperadas, resulta que sólo pueden adoptarse medidas sociales si las mismas no tienen repercusiones en el aumento del gasto y en la observancia férrea de los límites de déficit.

Los hipotéticos aumentos de ingresos fiscales de las grandes fortunas que Syriza preconizaba también se desvanecen a velocidad de vértigo. Antes de haber emprendido reforma fiscal alguna, a la que se alude de forma imprecisa en el acuerdo, el Ministro de Finanzas (que tanta polvareda mediática levantó y que tan rápidamente se ha sometido) ya está señalando que será muy difícil hacer que tributen los fabulosos ingresos de los armadores griegos3 y la todo poderosa iglesia ortodoxa, que pese a ser la mayor propietaria del país, solo por detrás del Estado, no paga absolutamente nada.

Todo esto no nos coge de improviso. En el editorial “Sus elecciones y la nuestra”, publicado en el último número de nuestra revista se decía: “No hay elección que nos valga para acabar con la política antirrecortes que no pase por insertarse en el objetivo estratégico de zafarse de la esclavitud de la UE comenzando por su Deuda odiosa”. Como Red Roja ha venido demostrando, los objetivos impuestos por la UE a los Estados de la Zona Euro por el Tratado de Estabilidad (y las leyes que lo desarrollan) de rebajar el déficit y la deuda, en un escenario de caída general de ingresos de la Administraciones Públicas por el descenso de la actividad económica, es la negación palmaria de cualquier soberanía política y, en definitiva, el fin de los servicios públicos.

Nos es indispensable analizar con rigor y sentido crítico la realidad de un país como Grecia que comparte nuestra suerte de periferia europea esquilmada por la oligarquía financiera, sobre todo alemana. Y más cuando tantas esperanzas se están depositando en una posible victoria de Podemos en las próximas elecciones. En el marco de una crisis general del capitalismo sin que las clases dominantes prevean otra salida que no sea incrementar brutalmente la depredación y la explotación de la clase obrera y sectores populares, que ya viven situaciones de miseria muy graves, es vital no errar en el diagnóstico y, sobre todo, en el tratamiento.

Limitarse a depositar todas las energías en la apuesta electoral y encima hacerlo en la aventura de una fuerza política que no plantea con claridad la necesidad imperiosa de acabar con el pago de la Deuda y salir del Euro y de la UE puede ser muy peligroso. Porque como de hecho ya se está materializando en el caso griego, si la ambigüedad preside el discurso político antes de las elecciones, lo más probable no es que estemos ante un tacticismo que sorprenderá al poder real tras ganar el gobierno, sino que esa ambigüedad ahora sea la antesala del desmoronamiento de cualquier resistencia ante las presiones de ese poder real después de la “victoria electoral”. Más aún habrá que esperar que eso sea lo que ocurra, si precisamente no se cuenta con un pueblo con clara conciencia de las decisiones de ruptura política que hay que adoptar y preparado con la suficiente organización y fuerza para disputar los intereses de unos capitales a losque no será la papeleta con la que se emiten los votos lo que más respeto (temor) les infunda.

Por lo demás, los espejismos en épocas de bonanza – como fue el discurso del “Estado del Bienestar” a costa de la periferia del sistema – conducen a confusiones graves. En momentos como los actuales deben ser evitados a toda costa porque sus efectos serían irreparables.

El riesgo de que, tras la decepción popular ante la impotencia de Syriza, surjan derivas y alternativas de corte fascista es más que probable, tanto en Grecia como en el Estado español. Frente a ello, la actitud necesaria no es la de justificar contra viento y marea la claudicación (cuando, como ahora, empieza a ser imposible negarla), mientras los problemas vitales del pueblo siguen sin resolverse. Muy al contrario, esa será la mejor manera de sembrar decepciones de masas que faciliten la estrategia fascista y de división en el seno del pueblo.

En esa dirección se ha pronunciado el Partido Comunista de Grecia (KKE)4, tras proponer un programa para atender a las necesidades más acuciantes de las clases populares que, inevitablemente, rompe con los objetivos de austeridad de la Troika: “La clase obrera y el pueblo pueden lograr todo ello mediante la organización, la lucha y la unidad. Debe ser el combate por un camino de desarrollo diferente que sirva a las necesidades populares inmediatas y que debe conllevar la retirada de la Unión Europea, la cancelación unilateral de la Deuda, la socialización de los monopolios y el poder del pueblo”.

Efectivamente, hay que romper con la UE y el euro. Y lo único que debiera discutirse es cómo acumular fuerza para ello; no negar ese objetivo primordial porque parezca difícil lograrlo. Lo imposible es garantizar un mínimo de salud para el pueblo permaneciendo en esas sogas imperiales. Lo sabía Venezuela (de la que ahora muchos, más pendientes de sus cálculos electoralistas que de cosas como el antiimperialismo, reniegan) cuando decidió romper con el ALCA y crear el ALBA para conquistar el mínimo de soberanía necesario para iniciar cualquier proceso de cambio.

Concluimos con las firmes palabras del eurodiputado Manolis Glezos – héroe emblemático de la lucha antifascista durante la II Guerra Mundial -pronunciadas apenas se conocieron las condiciones del acuerdo del nuevo Gobierno con la Troika. Dichas palabras muestran el camino con la fuerza y la clarividencia de la memoria frente a quienes parecen creer que partimos de cero o que la historia de las promesas y decepciones electorales ha comenzado este año. «Pido perdón al pueblo griego porque yo también participé en esta ilusión. Ahora, antes que sea demasiado tarde, debemos reaccionar», dijo, dirigiéndose a «los militantes y simpatizantes de Syriza. «A todo nivel organizativo debemos movilizarnos para decidir si aceptamos lo que está ocurriendo».

Como ahora expresa Manolis Glezos, en Red Roja tenemos muy claro cuáles son sus elecciones y cuál ha de ser la nuestra.

Notas

1http://l.facebook.com/l.php?

2El tipo general de IVA fue aumentado en 2010 desde el 19 al 23% con graves repercusiones para el consumo de la población más pobre. Los ingresos por este concepto, en lugar de incrementarse como se pretendía, se redujeron debido a la caída de la actividad económica.

3La flota griega es la más grande del mundo y se calcula que tuvo unos beneficios de 140.000 millones de euros entre 2000 y 2010, libres de impuestos. Sus propietarios (Onasis, Niarkos) son los dueños de equipos de fútbol y medios de comunicación.

4http://es.kke.gr/es/articles/

1 de marzo de 2015