Por una vez el lenguaje diplomático se hace inteligible. Y lo hace en tanto en cuanto que deja de ser diplomático. Quien lo ha hecho ha sido el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. Siempre pausado, siempre cauto, suave en las formas y duro en el fondo Lavrov ha demostrado que está hasta la coronilla de los EEUU y sus vasallos. No es él, es Rusia entera.
10/10/2016
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