Mucha gente había puesto sus ojos en la cumbre del G-20, entre ellos yo. Pues nada, ha sido un fracaso total. O un éxito total, según se mire.
Fracaso porque ha evidenciado que la división entre los países occidentales es de tal calibre que ya nada será igual para ellos. Hasta ahora se resistían a reconocer la realidad, que no es otra que su protagonismo y hegemonía está desapareciendo a un ritmo cada vez más rápido. Ahora ya no pueden ocultar que el futuro va a ser muy penoso para ellos.
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13/07/2016